The people of Artsakh, on September 2, 1991, declared independence from the Soviet Union and became the Nagorno-Karabakh Republic.
The people of Artsakh along with their brethren in Armenia and the Diaspora have worked hard to maintain this independence and now, 20 years later, we, as a nation, mark this momentous occasion in our history.
The Nagorno-Karabakh Republic has not been recognized internationally, yet in the last two decades has been able to establish democratic institutions, rule of law and guarantees of basic human rights in a manner that has escaped even some of the larger former Soviet republics, including often Armenia. The challenge is to ensure that this pace is maintained and that rule of law and democracy prevail in this 20-year-old state.
The declaration of independence in Karabakh was nothing but an expression of the basic principle of a people’s right to self-determination. This fundamental right is at the center of a rather prolonged conflict resolution process, in which this universally accepted standard is constantly being challenged by Azerbaijan, who claims its territorial integrity has been violated. Unfortunately, international mediators, who in advancing their own agendas and in speaking about other recent instances have praised self-determination as an important tenet for a people to express their will, are applying double-standards and allowing immoral interests to supersede this most basic of principles.
Yet, this has not deterred the people of Artsakh to move forward. In the last 20 years, Karabakh also has seen the beginnings of infrastructure building, socio-economic development and strengthening of the country’s defense structures. It is imperative for the Armenian people, be they in Karabakh, Armenia or Diaspora, to not only assist in, but prioritize this ongoing process, to guarantee that Karabakh, which is landlocked and under constant attack by Azerbaijan, persevere in its quest for freedom and justice.
War had already begun to take its toll on the people of Karabakh when independence was declared. They were subjected to constant bombardments from Azeri strongholds in and outside of Karabakh and were waging a daily life and death battle. This war, of course, was Azerbaijan’s response to yet another expression of Karabakh’s self-determination, when in 1988, both in Yerevan and Stepanakert, Armenians rose up to call for the just reunification of Karabakh with Armenia.
It is almost criminal that in the mediation effort under way for peace and a resolution to the conflict, none of the sides is focusing on Azerbaijan’s aggression that sparked the war. The sides seem to be focused on semantics and are guided by the self-interests of the co-chairing countries of Russia, US and France, who have all but forgotten that the cease-fire agreement signed in 1994 was between Azerbaijan and Nagorno-Karabakh. Today, however, Karabakh is not at the negotiating table as a side to the conflict and Azerbaijan is unrelenting in its threats to resume military operations.
The principles guiding the peace negotiations are lop-sided in favor of Azerbaijan and require Karabakh to make concessions that go beyond, not just the spirit but the letter of the Karabakh people’s independence.
Karabakh authorities have demanded a seat at the negotiating table and have vowed that even without international recognition they will forge ahead with their mission of guaranteeing the population’s security and safety. The Karabakh leadership must also remind those who are proposing or considering concessions that the people of Karabakh will not cede one inch of land, hard won by the blood of our freedom fighters.
Domestically, the authorities in Karabakh have to be vigilant and create conditions for the population to thrive in the country. This requires prioritizing the strengthening and reinforcement of infrastructures and ensuring that the undesirable climate that has become commonplace in other developing countries, including Armenia, does not rear its ugly head in Karabakh.
As this momentous occasion is being celebrated and marked, let us all use this as an impetus to be steadfast in our resolve to preserve and strengthen Artsakh. The future of the Armenian Nation depends on it.
© 2021 Asbarez | All Rights Reserved | Powered By MSDN Solutions Inc.
Every Armenian has every reason to be proud of the Artsakh. The people of Artsakh symbolize how noble and virtuous a people can be when they no longer can take their existence for granted. In this they symbolize the soul of the Armenian people’s history, their secret for survival. We have existed and we keep existing because we always have struggled just to survive our adversities. Nothing has ever come easy. We have survived impossible odds. We can survive impossible odds. That’s what has tempered our national character.
Amen to that!
Brother, no one could have written it better!
Translation in Spanish.
Editorial: La Independencia de Artsaj
El pueblo de Artsaj, el 2 de septiembre de 1991, declaró su independencia de la Unión Soviética y se convirtió en la República de Nagorno-Karabaj.
Los habitantes de Artsaj, junto con sus hermanos en Armenia y la Diáspora han trabajado duro para mantener esta independencia, y ahora, 20 años después, nosotros, como nación, remarcamos este trascendental hito de nuestra historia.
La República de Nagorno-Karabaj aún no ha sido reconocida internacionalmente, a pesar de que en las últimas dos décadas ha sido capaz de establecer instituciones democráticas, el imperio de la ley y las garantías de los derechos humanos, de manera que se ha superado, incluso, a algunos de los más grandes ex repúblicas soviéticas, incluyendo a menudo a Armenia. El desafío es asegurar de que esta dirección se mantiene y que el Estado de Derecho y la democracia prevalezca en este estado de 20 años de edad.
La declaración de independencia de Karabaj fue una clara expresión del principio básico del derecho de los pueblos a la libre autodeterminación. Este derecho fundamental está en el centro de un ya demorado proceso de resolución de conflictos, en el que constantemente esta norma universalmente aceptada, está siendo desconocida por Azerbaiyán, que reclama que su integridad territorial ha sido violada. Por desgracia, los mediadores internacionales, quienes en el avance de sus propias agendas y que al discutir otras instancias recientes habían elogiado a la libre autodeterminación como un principio fundamental para un pueblo de expresar su voluntad, están aplicando una doble-vara al permitir que intereses inmorales desplacen a éste, el más básico de los principios.
Sin embargo, esto no ha disuadido a los habitantes de Artsaj para seguir adelante. En los últimos 20 años, Karabaj también ha visto los inicios de construcción de la infraestructura, el desarrollo socio-económico y el fortalecimiento de las estructuras de la defensa del país. Es imperativo para todo el pueblo armenio, ya sea en Karabaj, Armenia o la diáspora, no sólo que ayuden sino tambien de dar prioridad a este proceso en curso, para garantizar que Karabaj, que no tiene salida al mar y bajo el constante ataque por parte de Azerbaiyán, persevere en su búsqueda de la libertad y la justicia.
La guerra ya había comenzado a hacer mella en el pueblo de Karabaj cuando se declaró la independencia. Fueron sometidos a constantes bombardeos de los bastiones de Azerbaiyán, dentro y fuera de Karabaj y fueron sometidos a una vida cotidiana de la lucha a muerte. Esta guerra, por supuesto, fue la respuesta de Azerbaiyán a una expresión más de Karabaj de su derecho a la autodeterminación, cuando en 1988, tanto en Ereván y Stepanakert, los armenios se alzaron sólo para pedir la debida reunificación de Karabaj con Armenia.
Es casi criminal que en el esfuerzo de mediación en curso para la paz y una resolución al conflicto, ninguna de las partes se centra en la agresión de Azerbaiyán que provocó la guerra. Las partes parecen estar enfocadas en la semántica y se guían por los intereses propios de los países que co-presiden la mediación, Rusia, EE.UU. y Francia, que no hacen más que olvidar que el acuerdo de alto el fuego fue firmado en 1994 entre Azerbaiyán y Nagorno-Karabaj. Hoy, sin embargo, Karabaj no está en la mesa de negociación como parte del conflicto y Azerbaiyán es implacable en sus amenazas de reanudar las operaciones militares.
Los principios rectores de las negociaciones de paz están siendo desequilibrados a favor de Azerbaiyán y requieren injustamente que Karabaj que haga renuncias u conseciones que menoscaban no sólo en el espíritu sino en la letra de la independencia del pueblo de Karabaj.
Las autoridades de Karabaj han exigido ser parte y reclamado su debido asiento en la mesa de negociaciones y han prometido que, aun sin el reconocimiento internacional, seguirán adelante con su misión de garantizar la defensa de la nación y la seguridad de la población. El líderes de Karabaj deben recordar a aquellos que proponen o están considerando las concesiones, que el pueblo de Karabaj no cederá ni una pulgada de tierra, duramente ganadas por la sangre de los combatientes de la libertad.
Las autoridades de Karabaj, en el plano interno, tienen que ser vigilantes y crear las condiciones para que la población pueda prosperar en el país. Para ello es necesario dar prioridad a la consolidación y fortalecimiento de las infraestructuras y la garantía de que entornos no deseados, comunes en otros países en desarrollo, entre ellos Armenia, no levanten su repugnante cabeza en Karabaj.
Mientras celebramos y remarcamos este importante acontecimiento, tomemos impulso para ser más firmes en nuestra determinación de preservar y fortalecer Artsaj. El futuro de la nación armenia depende de ello.